El impulso creador renacentista se inició en Italia en el siglo XV, al manifestarse una nueva concepción de la vida, revalorizando al hombre como “la mayor realidad de la naturaleza”. El arte del Renacimiento, consolidado en las ciudades italianas, se difundió en las diferentes naciones de Europa.
Italia: “cuna del Renacimiento”
En los siglos xv y XVI, fue Italia la encargada de difundir las formas artísticas que luego irradiarían su influencia al resto de Europa. Los gobernantes de las ciudades italianas contaban con recursos suficientes, producidos por el intenso comercio con otros pueblos, para fomentar la producción de obras de arte, que embellecieron y dieron prestigio a sus respectivas ciudades. Papas, reyes, príncipes y ricos burgueses se convirtieron en mecenas, que rivalizaron por tener en sus casas a los mejores artistas. Entre estas ciudades, Florencia se transformó en un “bellísimo museo viviente”. Esta situación estuvo directamente vinculada a la acción de una destacada familia de mecenas, los Médicis.
El Quattrocento y el Cinquecento
En el desarrollo del Renacimiento se distinguen dos períodos: el Quattrocento, que corresponde al siglo XV, y el Cinquecento, que corresponde al siglo XVI.
El Quattrocento tuvo como centro la ciudad de Florencia. Allí se destacó el pintor Masaccio, que logró el dominio de la perspectiva; Ghiberti puso las bases de la escultura renacentista con las puertas del Baptisterio de la Catedral. Brunelleschi creó el modelo para la arquitectura renacentista al realizar la Cúpula de la Catedral de Florencia, Santa María de Fiori.
El Cinquecento tuvo como centro la ciudad de Roma. Los Papas del siglo XVI embellecieron la ciudad para demostrar su poder. El monumento más importante y el que atrajo a más artistas durante su construcción y decoración fue la Basílica de San Pedro y las Stanzas Vaticanas. En esas obras trabajaron y se destacaron, entre otros, Miguel Ángel y Rafael.
Además de Florencia y Roma, otras ciudades italianas tuvieron una intensa actividad artística. Venecia, destacó especialmente en pintura, con exponentes de la magnitud de Giorgione, Tiziano o el Veronés.
Pintura
El tema redundante fue la representación del hombre y su ambiente: la naturaleza y el paisaje urbano. Las novedades introducidas fueron el uso de la perspectiva, el estudio de la anatomía, (que permitió la inclusión del desnudo), y el naturalismo. La temática pictórica combinó temas mitológicos, paganos y cristianos, la tradición greco-latina y la cristiandad se plasmaron en la producción plástica. Los temas religiosos mantuvieron su vigencia, pero tratados con una nueva visión: las figuras divinas se hicieron "mas humanas", buscando un acercamiento más personal a la religión.
"La escuela de Atenas". Obra de Rafale. 1509.
Pintura al fresco, ubicada en la Sala de Rafael, Vaticano.
En "La Escuela de Atenas", las figuras están enmarcadas por una arquitectura clásica. En la composición dominan la perspectiva y la simetría. Rafael incluyó como protagonistas de la obra a sabios y artistas de la antigüedad en el eje de la composición: Platón, con la mano alzada en dirección a las ideas, y Aristóteles, con la mano abierta, representa la unión entre el Cielo y la TIerra, realzando la importancia de la Naturaleza; a los lados, Ptolomeo, con un globo terráqueo; Arquímedes, que dibuja en el suelo y Virgilio, con túnica blanca. Los distintos personajes son retaratados con los rostros de los contemporáneos del pintor.: Leonardo, Miguel Ángel, Bramante y el mismo Rafael, mostrando la continuidad entre el pasado y el presente.
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